Nuestros antepasados instauraron la tradición tan hispana de bautizar a los hijos con el mismo nombre del padre o de la madre.
En el caso de mis suegros el hijo mayor se llama Jorge, tal como su progenitor y su abuelo. Y el hijo de este Jorge III, por cierto se llama también Jorge, lo mismo que su propio hijo. Entonces ya vamos en Jorge V.
Lo distractivo de esta historia es que-claro-mientras los Jorge son o eran pequeños, por derivación normal se convierten en Jorgitos.
Pero sucede que la costumbre hace muchas veces estragos . Es así que para mis suegros de más de 90 años de edad, mi cuñado Jorge sigue siendo para efectos de todo tipo...Jorgito.
En este aspecto que seguramente se repite en muchos hogares, mi nieto mayor, Carlitos, también hijo y nieto de sendos Carlos, ha tomado la bandera de la reivindicación de su nombre.
A sus 8 años él sostiene que se llama Carlos y ya no admite diminutivo.
Esto de los nombres propios tiene muchos matices.
También mi suegra, confundida desde hace décadas con la gran cantidad de sus hijos, porque son ocho, empieza a llamarlos por el nombre de sus hermanos, en una sucesión de intentos que desembocan antes de dar con el verdadero, en una imprecación muy explicable:
"Alberto, Pancho, Alejandro, Jorg...ah mierd... ¡¡¡¡¡¡¡
En el caso de mis suegros el hijo mayor se llama Jorge, tal como su progenitor y su abuelo. Y el hijo de este Jorge III, por cierto se llama también Jorge, lo mismo que su propio hijo. Entonces ya vamos en Jorge V.
Lo distractivo de esta historia es que-claro-mientras los Jorge son o eran pequeños, por derivación normal se convierten en Jorgitos.
Pero sucede que la costumbre hace muchas veces estragos . Es así que para mis suegros de más de 90 años de edad, mi cuñado Jorge sigue siendo para efectos de todo tipo...Jorgito.
En este aspecto que seguramente se repite en muchos hogares, mi nieto mayor, Carlitos, también hijo y nieto de sendos Carlos, ha tomado la bandera de la reivindicación de su nombre.
A sus 8 años él sostiene que se llama Carlos y ya no admite diminutivo.
Esto de los nombres propios tiene muchos matices.
También mi suegra, confundida desde hace décadas con la gran cantidad de sus hijos, porque son ocho, empieza a llamarlos por el nombre de sus hermanos, en una sucesión de intentos que desembocan antes de dar con el verdadero, en una imprecación muy explicable:
"Alberto, Pancho, Alejandro, Jorg...ah mierd... ¡¡¡¡¡¡¡